LA ROSA
Después de pasar por un sueño extraño y febril salí al jardín a tomar el aire. Todo permanecía más o menos como siempre. Pero en el centro, entre dos árboles, había crecido una pequeña rosa. Me acerqué a ella y me invadió un aroma fresco y familiar. De pronto me sentí embriagado por ese perfume dulce y sensual.
¿Cómo podía haber crecido esa pequeña flor ahí? No lo sabía.
Al instante me ví a mí mismo con la necesidad de protegerla. Me sentí con la responsabilidad de cuidarla y ayudarla a crecer. Era algo inexplicable, pero existía algo en esa flor que me fascinaba por encima de todas las cosas. Así que arranqué las malas hierbas que crecían salvajes a su alrededor y la regué un poco. No hice nada más, salvo contemplarla entre conmovido y extrañado por la belleza y la frescura que emanaban de sus hojas.
A la mañana siguiente la rosa había crecido. Aún era más hermosa que el día anterior. Esta vez pasé horas observándola, embelesado ante aquella preciosidad. No hice nada más durante mucho tiempo.
La rosa siguió creciendo hasta convertirse en un rosal, pero también lo hicieron las zarzas espinosas que la rodeaban. No me dí cuenta de ello hasta que estas se clavaron en mi piel, lacerándome y haciéndome sangrar. Incluso en aquel momento, extasiado como estaba, no percibí nada de dolor. Tan extasiado estaba que, un buen día, ni me dí cuenta de que aquel hermoso rosal había desaparecido. Y por absurdo que parezca, yo continuaba penetrando en el inmenso zarzal, castigando mi cuerpo con aquellas púas en busca de la maldita rosa que tiempo atrás me había cautivado.
Este relato tiene dos finales, uno optimista y el otro realista.
El optimista relata cómo un buen día las zarzas se esfumaron como por arte de magia y el rosal volvió a aparecer con todo su esplendor, llenando de nuevo el jardín con sus colores y su penetrante aroma.
El final realista reza lo siguiente; harto de sufrir agarré un bidón de gasolina y le prendí fuego a todo el jardín. Cuando todo quedó limpio decidí plantar amapolas.
Las amapolas no tienen espinas y, si sabes cómo, te pueden ayudar a pasar un mal domingo.
Elige el final que quieras.
Yo ya lo he hecho.
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