Recomponiendo la dignidad
Por mucho que lo discuto conmigo mismo, sigo convencido de que te quería de verdad. Por mucho que lo intente, no consigo convencerme de lo contrario. De hecho, aún no te he olvidado. Por más que lo intente, no lo he logrado.
Ojalá pudiera sacar tu imagen de mi destartalada cabeza. Dejar de pensar en ti a todas horas, o recordarte solo de vez en cuando sin echarme a temblar. Sin sentir ese frío vacío en el pecho cuando te imagino con alguien que no sea yo…
Y delante de mí aparecen nuevas personas. Son figuras de papel que se me acercan. Y me observan. Pero yo no soy capaz de aguantar una mirada a los ojos, porque tengo el alma hecha jirones, porque aún intento recoger del suelo los pedazos de mi dignidad. Me mantuve callado demasiado tiempo, me hice el tonto para no perderte, acepté tu indiferencia para no quedarme más solo aún.
Siento que mi cabeza, desde entonces, ya no es lo que era. Algo se ha roto porque ahora no consigo pensar con claridad. Y hago estupideces. Cometo errores de los que luego me arrepiento. Fallos que no me perdono y que llenan mi corazón de culpabilidad y vergüenza. Vendo la poca dignidad que me queda para comprar una salida. Pero me doy de bruces contra un muro de hormigón. Caigo al suelo. Y tardo en levantarme.
Pero me levanto.
Entonces maquillo mis emociones, me visto de negro y me pongo la máscara de bufón. De esta forma, a veces consigo engañarme a mí mismo y a los demás. Así, al menos dejo de recibir críticas y reproches. O palabras vacías que torpemente pretenden mejorar el ánimo. No. No es necesario compartir todo esto. Ya no quiero hablar de más. Todo esto pasará algún día. Volveré a pensar de forma serena. Y ese día podré levantar la vista para mirar al frente y darme cuenta de todo lo que me rodea.
Comentaris
Publica un comentari a l'entrada